Cuando se dice que cada expresión lingüística, cada frase escrita o hablada, oscila entre dos límites opuestos, el uno intelectual, el otro afectivo, y que el tono intelectual es aquél que aparece evidente en el lenguaje de los doctos (preciso en los términos, objetivo, impersonal), mientras el tono afectivo es aquel que mas cumplidamente se manifiesta en el lenguaje hablado de cada día (carente de preocupaciones de estilo, encaminado a conseguir una eficacia inmediata, a hacer efecto sobre quien escucha y, por consiguiente, rico de color y de relieve), se dicen verdades ahora ya aceptadas por todos. Lo que merece un examen es la relación entre el estudio del lenguaje afectivo y aquél de la lingüística general y de la estética.
* Párrafo del texto extraído como resumen
Bolelle, T. (1951). Estilística, lingüística y estética. Boletín del Instituto Riva Agüero, Nro. 1, pp. 399-304.