Podría decirse que hasta 1987, año de profundas reformas estructurales neoliberales que abarcaron el campo político y económico, Bolivia fue un país minero. No sólo por la secular importancia estratégica de los minerales dentro de su comercio internacional, sino principalmente por la presencia de una \"cultura minera\" que permeaba todo su andamiaje societal. Esto último es particularmente notorio en el caso de la arena sindical, donde pese a su escaso número \"el proletariado del subsuelo\" se constituyó desde los años cuarenta de esta centuria virtualmente en el locus, el eje articulador de las demandas de las clases subalternas. Y aunque se lo ha venido a denominar como la \"centralidad minera\", se desmoronó estrepitosamente cuando la crisis internacional del estaño (1985-1987) dio pie a que cerca del 80% de los radicalizados trabajadores de las empresas nacionalizadas, las más grandes del país, fueran despedidos. La dispersión de la comunidad minera, su inserción fragmentaria en otras actividades económicas y en un entorno cultural diferente, opacó toda una legendaria tradición que con fuego había impreso sus huellas en la historia contemporánea de Bolivia.
Rodríguez, G. (1994). Fuentes para una historia de la minería boliviana del siglo XIX. América Latina en la Historia Económica, 1 (1), pp. 9-16.