En busca de una nueva lengua artificial, Góngora trata de restituir con medios poéticos una similitud entre palabras y cosas. Así, en el soneto "Prisión del nácar era articulado" (1620), en el que artificio y violencia están correlacionados, la artificialidad de la misma descripción corresponde a lo artificial de la belleza descrita. Las técnicas gongorinas desempeñan aquí una función mimológica, por la cual el texto parece hacer visible y audible una violencia que desde siempre subyace en el elogio lírico de la dama. Su imagen "hiperpreciosa" debe su belleza sobresaliente a una constricción masculina. Este rasgo es reelaborado por otros poetas barrocos como Quevedo.
Nitsch, W. (2004). Prisiones textuales. Artificio y violencia en la poesía española del barroco. Olivar, 5 (5), pp. 31-47.