El afán por conocer el pasado lo encontramos a través de la historia. Nabonidus, el último rey de Babilonia (555-538 antes de Cristo) se interesó en sus antepasados e hizo excavaciones en los edificios abandonados de su ciudad y fundó un museo para exhibir sus descubrimientos. Los antiguos egipcios, sabedores de la codicia que sus tumbas reales despertaban, tomaron sus precauciones para protegerlas. Por eso, en el año 1120 antes de Cristo, el reino egipcio dispuso salvaguardarlas e incluso confeccionó una relación de tumbas saqueadas.
Silva Sifuentes, J. (1995). Arqueología hoy: rumbos, tendencias y propuestas. Investigaciones Sociales, 1 (1), pp. 1-10.