Hace nueve años escribí un epílogo para Orientalismo en el que, al intentar aclarar lo que había dicho y no había dicho, no sólo subrayaba los numerosos debates suscitados desde la aparición de mi libro, en 1978, sino el modo en que una obra sobre las representaciones de «Oriente» se prestaba a creciente tergiversación. Que ello me provoque hoy más ironía que irritación muestra lo que he envejecido. Los recientes fallecimientos de mis dos grandes mentores intelectuales, políticos y personales, Eqbal Ahmad e Ibrahim Abu-Lughod, me han producido, además de tristeza y sentimiento de pérdida, resignación y una especie de terco empeño en seguir adelante. En mis memorias, Fuera de lugar (Grijalbo, 2001), hablaba de los extraños y contradictorios mundos en los que me eduqué y ofrecía a los lectores un relato detallado de las circunstancias que me formaron en Palestina, Egipto y Líbano. Pero era un texto muy personal, que se detenía justo antes de mis años de compromiso político, iniciado tras la guerra de 1967 entre árabes e israelíes.
Said, E. (2003). El humanismo como resistencia. Letras, 74 (105-106), pp. 1-9.