Un reverendo que había sido capellán de la reina Victoria siente terror al leer a Darwin y, desde su posición en la Iglesia, no duda en combatirlo. Karl Marx, después de leer El origen de las especies (1859), siente el impulso de dedicarle su ópera magna El capital, pero Darwin declina el honor y aconseja al prusiano rojo que piense en otro intelectual con más méritos que él. Convencidos de sus tesis, gran cantidad de organizaciones del movimiento obrero europeo, durante la segunda mitad del siglo XIX, se doblega ante él y se convierte al darwinismo, no sin antes asumir el nuevo catecismo de la ciencia que su teoría ha traído al mundo de los materialistas y desposeídos. Hoy, pasados ciento cincuenta años de la publicación de su obra cumbre, las diversas comunidades científicas reconocen la importancia de su contribución en campos como la genética, etnobotánica, antropología, teología, biología, geografía, filosofía, neurología, psicoanálisis, psiquiatría o la lingüística.
Valenzuela Garcés, J. (2008). La creatividad científica de Charles Darwin. Letras, 79 (114), pp. 1-5.