¿Qué quería encerrar o cifrar en la frase “los dos tiempos”? ¿Y por qué la presentación del último número de una revista académica despertaba la certeza de que la crítica literaria estaba unida a esos “dos tiempos”? ¿Dos tiempos? ¿Y por qué no tres o diez o múltiples tiempos? ¿Y por qué no el final del tiempo? El final o la muerte de aquello que hemos venido llamando hasta aquí “crítica literaria”. Como si el tiempo para la crítica literaria, a partir de cierto momento (pongamos arbitrariamente la década del sesenta, pongamos aquello conocido como “postestructuralismo”) se hubiera acelerado hacia un final o hacia una transmutación tan radical que ni siquiera se reconocería en su nombre mismo, que no podría, aunque quisiese, sentirse cómoda en la carcaza de un nombre llevado, después de todo, desde hace muy poco tiempo. La muerte o la disolución de la crítica literaria hacia otros campos, hacia otros nombres. Lo que sería, por cierto, un apocalíptico vendaval que rodearía, insidioso, la presentación de una revista académica, que es predominantemente un ejemplo de crítica literaria.
Panesi, J. (2005). Los dos tiempos de la crítica. Orbis Tertius, nro. 11, pp. 1-7.