En el curso de la segunda mitad del siglo XX diversos movimientos, dentro de ámbitos tanto disciplinarios (Filosofía, Derecho) como interdisciplinarios (análisis del discurso, ciencias de la comunicación, humanidades, etc.), han determinado el despegue y desarrollo de los estudios sobre la argumentación. Hoy este campo de estudio se presenta como un nuevo trivium de lógica, dialéctica y retórica, con nuevas posibilidades analíticas, en la línea de una lógica sutil de la pragmática discursiva, y con incitantes retos de constitución teórica o de justificación crítica. Es, en todo caso, la lógica que debería saber una persona educada y, en particular, todo practicante de la Filosofía. Así pues, propongo introducir e implantar en los estudios de Filosofía esta lógica informal o «teoría» de la argumentación, no sólo por la implicación de la propia Filosofía en la práctica de la argumentación o por la necesidad de integrar y dar sentido a los estudios de Lógica y al análisis lógico en ese mismo marco filosófico, sino por la deseable proyección de la «teoría» de la argumentación en la línea de una lógica civil, pendiente de la índole y la calidad de los usos públicos del discurso común -proyección no tan novedosa si se recuerda una tradición guadiana de nuestra propia lógica informal, interesada en los usos de la razón, «así en lo que pertenece a las ciencias, como en lo que toca a los negocios»( P. Simón Abril, 1587)
Vega, L. (2004). De la lógica académica a la lógica civil: una proposición. Isegoría, (31), pp. 131-149