Las nuevas posibilidades abiertas por la investigación científica, especialmente en el campo de la genética, por un lado generan interrogantes morales hasta ahora desconocidos y, por otro, nos obligan a reformular de una manera totalmente nueva cuestiones y conceptos que hasta ahora funcionaban de forma adecuada. Así ocurre, por ejemplo, con las teorías de la justicia: estamos acostumbrados a que exista un acuerdo relativamente amplio en torno al concepto de persona, y la discusión se suele centrar en el tipo de bienes que habrían de distribuirse entre un conjunto dado de individuos. Pero la posibilidad de transformar los talentos personales y, así, modificar algunos rasgos de nuestra población de acuerdo con criterios actuales, abre un importante debate en la medida en que dichos cambios pueden considerarse recursos y, así, objeto de redistribución. Por otro lado, el hecho de que ciertas alteraciones puedan o incluso deban realizarse con vistas al bien de futuros individuos conlleva el riesgo de que se abra paso una homogeneización social empobrecedora o de que se eliminen valiosas formas de vida y de cultura. Dado que esta incipiente posibilidad plantea aporías y amenazas inquietantes, la reflexión rigurosa constituye una herramienta crítica fundamental e imprescindible.
Nussbaum, M. (2002). Genética y Justicia: Tratar la enfermedad, respetar la diferencia. Isegoría, (27), pp. 115-129