Sería imposible pensar la ética actual sin asociarla a la bio-ética. Nos encontramos en una situación de transformaciones radicales y el proceso tecnocientífico es irrefrenable. Las prohibiciones sólo tiene poder moratorio. Luego, no cabe más que una respuesta razonable y éticamente válida: asumir el cambio histórico y hacernos dueños del proceso, dotarlo de sentido ético, humanizarlo, racionalizarlo. La bioética requiere esclarecer sus presupuestos ontológicos. La situación presente exige una ética que contribuya a que el proceso transformador preserve vivo el rostro de la humanitas.
González, J. (2002). Ética y Bioética. Isegoría, (27), pp. 41-53